Cine

Amélie y los placeres cotidianos


Amélie (o El fabuloso destino de Amélie Poulain) es una película francesa dirigida por Jean-Pierre Jeunet. Clasificada como una comedia romántica y considerada una película de culto, fue estrenada en 2001, e incluso 20 años después conserva la magia que la caracteriza.

Una historia guiada por un eje sencillo, con múltiples interpretaciones y una cinematografía muy cuidada han hecho de esta obra de arte un tesoro inolvidable.

La trama es desarrollada de manera impecable y narrada por una persona que cuenta las aventuras de la protagonista con un ritmo ágil, pero adecuado.

Amélie cuenta la historia de una camarera en el Café des 2 Moulins (Café de los Dos Molinos), en Montmartre, París.

De niña, se refugiaba en su imaginación, pues tenía una madre maestra neurótica y un padre médico retraído. Él la había diagnosticado erróneamente con problemas cardíacos, y como resultado, Amélie fue educada en casa y aislada del mundo y las personas.

Años más tarde, después de la muerte de su madre y la consiguiente decadencia de su padre, la protagonista comenzó a trabajar en el Café y ahorró lo suficiente para mudarse a un departamento por su cuenta. Este es el primer vistazo al mundo mágico (y tal vez un poco solitario) de la cotidianidad y los pequeños placeres de la vida: Amélie disfrutaba de verle la cara a la gente en la oscuridad de una sala de cine, meter la mano en un saco de semillas, romper la cubierta de la Crème brûlée y ponerle atención a cada nimio detalle.

El 30 de agosto, algo aparentemente insignificante cambió su vida; en su departamento, detrás de un azulejo del baño, descubrió una pequeña cajita con recuerdos de un niño. Y aún más específicamente, a las 4:00 AM del 31 de agosto, decidió que le regresaría la caja a su dueño, y se convertiría en una vengadora del bien.

Así comienza la aventura de Amélie Poulain, una chica solitaria, que en su búsqueda por devolver la caja entabla una amistad con Raymond Dufayel, un hombre con huesos de vidrio que ha pintado el mismo cuadro de Renoir, una y otra vez durante 20 años.

Pero ella no sólo le cambia la vida a este hombre, sino que cumple su objetivo y verdaderamente se convierte en una vengadora del bien, un ángel de la guarda. Sus acciones, por muy diminutas e insignificantes que parezcan, tienen impacto en su vecina, un hombre ciego, un verdulero sin corazón, una cajera aprensiva, e incluso en su propio padre.

Sin embargo, mientras Amélie transforma a quienes le rodean, demostrando que una pequeña acción puede cambiarle la vida a una persona, también lucha por enfrentarse a la realidad… lo último que ella quiere.

Unidos por sus propios placeres cotidianos, Amélie se encuentra con Nino Quincampoix, quien disfruta coleccionar fotos de extraños que recoge de las cabinas fotográficas y coloca en un álbum.

La historia de ambos personajes y sus esfuerzos por encontrarse,  entretejidos con un misterio relacionado al álbum, se desarrollan en paralelo a los “milagros” que la protagonista realiza.

Ayudada por el pintor de los huesos de vidrio, y a través del cuadro que éste pinta, Amélie se enfrenta a sí misma, a su soledad, a la realidad, y a todas aquellas cosas que relegaban su felicidad absoluta a un segundo plano.

Es importante mencionar la minuciosidad de los detalles a lo largo de toda la película: destaca el uso de los colores con tonos amarillos, rojos y verdes, que junto a un soundtrack precioso por Yann Tiersen, le dan una estética y atmósfera muy singular e icónica.

Son igual de icónicos los zapatos de Amélie y su corte de pelo, los encuadres, el ritmo de la película, y en conjunto, convierten acciones prosaicas en una verdadera obra de arte, que invita a disfrutar de los pequeños deleites de la vida.

Hay una belleza incomprendida en lo cotidiano. Lustrar el piso, limpiar una caja de herramientas, tronar los dedos, reventar papel de burbujas, meter la mano en un saco de semillas, poner atención en cada detalle de un trabajo hecho con amor, lanzar piedras, cuidar de un gnomo de jardín, pintar el mismo cuadro durante veinte años seguidos, coleccionar imágenes de extraños, tomar el tren, y por supuesto, escribir una entrada de blog en una apresurada noche de otoño.

Son tiempos difíciles para los soñadores, pero siempre hay lugar para los placeres cotidianos.

Y si aún no te he convencido de ver la película, puedes escuchar el soundtrack.

One Comment

  • Lily Bermejo

    Yo también amo esta película, me identifiqué totalmente con detalles como meter la mano en el costal de granos e inventar historias sobre cualquier cosa. Tu reseña me resulta muy acertada y me dieron ganas de volver a verla.

    Ya soy tu fan.

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